lunes, 23 de febrero de 2009

All Apologies



1.
Después de todo seguía allí. El tanque de oxigeno carcomido de verde, reclinado sobre las piernas torpemente acomodadas en la silla de ruedas. Las manos juntas, como dos palomas sucias tendidas sobre el andén. Los ojos fijos en la ventana, veteados de niebla. Y aquel olor. Un intenso olor a tabaco que se siente desde el pasillo donde abre y cierra el ascensor. Nadie más ha llamado por teléfono: Pienso. Del otro lado está aquel extraño amanecer arrastrando monóxido de carbono y hojas secas. Es un domingo caluroso, la gente irá al mar y luego verán televisión y fumarán sin quitarse la arena del cuerpo.

2.
- ¡Gordooo…!
- ¡Queee…!
- ¡Señoraaa…! ¡Mira, ya hiciste las tareas!
- ¡No!
- ¡Bueno, ya sabes, si no hay tarea no hay calle!

Pero estaban las hormigas. Yo las miro desde la hamaca; no es difícil de hacer. Me meto y agarro las puntas con las manos y entre las rodillas. Luego tomo impulso y hago girar el cuerpo. Así de rápido y ya, queda uno de cabeza, pensando que las hormigas parecen personas desde esta altura.

Es mejor jugar a esto que al escondido o al fusilado. No tengo que hablar con nadie. Solamente miro las hormigas ir y venir y pienso que están cansadas, que caminan con bolsas de supermercados y paraguas, que tropiezan y se abrazan en los andenes de la gran ciudad, sobre la que me sostienen mis alas.

3.
Vivo en las ruinas de mi padre. Cuando murió lo hicieron también las cosas de la casa. El piano no se volvió a usar; algunas tardes mi madre se sentaba a tocarlo tecla a tecla, a dejar que el sonido se escurriera por la casa entera y engañara a las cosas, haciéndoles creer que el padre había vuelto. Pero esto no funcionó nunca. Las cosas de la casa siguieron muriendo y con estas el piano. Lo dañó la humedad doña - Fue lo que dijo el electricista, con el instrumento destapado en plena autopsia. Ese día hicieron una reunión en la casa y brindaron galletas.

La misma suerte corrió la nevera, la estufa, la lavadora y la televisión. Pero una de las cosas se mantuvo invicta al tiempo y el salitre; El equipo de sonido. Un viejo armatoste metálico de gran potencia, con parlantes altos y pesados.

El equipo de sonido sobrevivió valientemente y nos hizo sobrevivir. La música que desprendía nos fue devolviendo una que otra chanza al anochecer. Pero el tiempo es desagradecido y del equipo de sonido solo se acuerdan cuando es indispensable; excepto yo.

Puedo pasar tardes enteras, apoyado en estos parlantes. Rape me, Rape me…Escuchando gritar a Cobain. Imaginándolo mover el cabello rubio. Imaginando que soy él y puedo fumar cigarrillos en la calle, que tengo una esposa bien puta y que algún día me intenté suicidar con calmantes y champagne.

4.
Imagino que estoy tendido sobre una cama. Que soy un viejo canoso con varios libros publicados y una teoría erudita que explica los procesos creativos através de la relación que desarrolla Kepler entre los movimientos astrales y las escalas pentatónicas. Imagino que escucho una sesión de Monk y que tengo un gato que duerme en el tocador. Imagino que ella también está en la cama, completamente desnuda y con su brazo cruzando mi pecho; exactamente como lo hace ahora. Solo que aquí no hay gato ni tocadiscos, y ella no es aquella ni yo el viejo académico. Estamos en un sucio hostal de la ciudad y afuera llueve. Llegamos aquí porque ella dijo que quería ver la última estrella de mis ojos y yo la invité a hacerlo. Pagamos dos horas por adelantado, justo lo que teníamos de dinero entre los dos, y nos sumergimos en la oscuridad de un roce, en el ardor de un beso que ilumina la pantalla de un televisor. Ahora solo queda el silencio de dos cuerpos esperando los golpes en la puerta, indicando que se les había terminado el tiempo.

- ¿Cómo te imaginas tú dentro de 20 años?
- Mmmmmmm… no se, a lo mejor casada y con hijos.
- ¿Muchos?
- Como cuatro, cinco. Viviendo con ellos en una casa-finca, para llevarlos a ver las vacas.
- Que bonito.
- Si, y sentarme con ellos y contigo a tomar chocolate y ver la televisión.
- Chocolate con queso.
- Si y galletas, y después los acostamos a dormir y te digo que nos encontremos en la habitación.
- Que rico que te imagines así de feliz.
- No, me imagino así y ya. No me imagino feliz.

5.
Además de ver las hormigas, también me gustaba ver las nubes que asomaban al patio. Podía quedarme detrás de alguna, y así esconderme de los ojos de mi madre. Algo de aquello ha permanecido. Ahora prendo un cachito y lo fumo en el baño. Sentando sobre las baldosas blancas, mirando fijamente los movimientos del humo y esperando dormir pronto, dormir plácidamente, con un sueño curioso que empuje mi cuerpo poco a poco, hasta hacerlo caer de las nubes.

6.
- ¡Jódete! – Y tira la puerta.

Me quedo mirando el balanceo del amuleto de Feng Shui que he colgado detrás de la puerta. Andrés Calamaro saliendo del stereo. Las dos varitas de incienso proyectándose en dos columnas de humo que se incrustan en el techo. La ventana cerrada y aquella tarde amarillenta. Escucho a mi hermana arrastrar un par de maletas y luego gritar, justo al otro lado de la puerta:

- Te largas hoy mismo de mi casa.

Mantengo la calma. Con lentitud busco mi pantalón y la camiseta, los tenis y los lentes oscuros. Recojo los pocos libros que conservo y algo de ropa. Empaco todo aquello con cuidado en un maletín sucio. Antes de salir de la habitación doy media vuelta y le digo a Isabel que llora desnuda sobre la cama:

- No te preocupes. Hoy no lo vas a entender. Eres la mejor amiga de mi sobrina, pero yo soy Humbert Humbert.

Luego miro de nuevo hacia la ventana. Hacia aquella tarde inflamada con calles iluminando la suave llovizna; y me detengo en aquella nube oscura y lejana a la que extraño como mi hogar. Cierro la puerta sin hacer ruido.

7.
Y luego nada. Como quedarme detenido, mirando el sol. Como un pequeño ardor y luego la lentitud. El sutil mareo que provoca el peso de los días. Voy planeando la ciudad sobre un amanecer lloviznado. Es domingo y voy a morir o estoy muriendo o ya me morí y no me he dado cuenta. El caso es que me encontrarán allá, detenido e inclinado ante el sol, con un hermoso vómito de vodka espumeando en la garganta. Y se harán preguntas y encontrarán verdades erradas. Y todo se irá al demonio.

Dirán que viví como quise, que fui feliz y por lo tanto un mal ejemplo para sus hijos. Y yo los escucharé o los escuché o los escucho hablar en estos momentos y es por eso me he puesto a pensar en todo esto. Porque me entierran y regalan mis libros o porque aun no me han encontrado, y sigo allá, inclinado y muerto, pensando aun en que nadie mas ha llamado después de anoche, y acordándome en ese instante, en ese lapso de tiempo quebrándose como el cristal, de las tardes que levitaba sobre la ciudad de las hormigas, y de aquellas otras tardes ante el ruido del equipo de sonido, y así sucesivamente, en una secuencia de días vulgares que parecieron importar poco.

Lo demás es como cuando el cine enciende las luces, o cuando termina una obra de teatro y todos se ponen de pies para salir a la cafetería. El simulacro es evidente. Los actores son personas. Hace frío y permanezco sentado, sin entender del todo a donde debo ir. Hace algunos minutos acabo de morir con la cabeza inclinada hacia el amanecer, de eso estoy seguro. Tan seguro como de estar aquí, con las manos metidas en la chaqueta, apretando aun el tiquete de entrada. Mirando fijamente al grupo de obreros desmontar la pantalla en la que viví hasta la muerte de un domingo cualquiera, sobrevolando la ciudad.