martes, 24 de enero de 2012

Los amigos


Benjamín escupe la última nube del cigarro al tiempo que baja la loma hasta la avenida PB. Observa las volutas de polvo que agita el tránsito de buses en ambas direcciones. Las partículas diminutas caen lentamente sobre su cabeza y lo enmohecen cigarro tras cigarro, esperando a Milton.
Quince minutos después, con cuatro colillas aplastadas a pocos centímetros, Benjamín reconoce el sonido de la moto. Milton asoma disminuyendo la velocidad y haciendo sonar la bocina a un par de cuadras. Es una mala señal.

- Súbete Benji – Dice Milton parqueando

Se escabullen por la avenida a toda velocidad. Benjamín respira encerrado en el casco, sin dejar de mirar la espalda de Milton. Su ropa parece más limpia que de costumbre. Su camisa rosada más rosada. Un poco más voluminosa también.

Parquean a un lado de la carretera y ambos caminan hasta la orilla del mar. La playa es un charco de virutas plásticas que olea sobre la arena gris. Milton entra hasta que el agua le moja las rodillas. Abre los brazos, como queriendo abrazar el cielo profundo de esa mañana. No dice nada. No grita. Solo intenta sujetar la cosa azul.

Ahora es demasiado tarde.